20 de abril , 2021
Mis amigos me llaman N. Así, sin más. No me gustan las cosas complicadas y mi nombre, aunque es corto, tiene tres vocales, un hiato y el peso del nombre de mi abuela encima. Por eso pido que me llamen N. Sara y Lucía lo entienden, el resto de mis compañeros y los maestros no tanto. Tampoco es que sea sorprendente, los maestros pocas veces se enteran de algo. Y ahora que estamos todos encerrados, fingiendo que nos interesa lo que dice una figurita en la pantalla, parecería como si nos hubieran sumergido a todos en una pecera pequeña, una cápsula de cristal en la que apenas hay espacio para moverse. Aquí dentro el exterior se ve distorsionado.
Sara no se ha vuelto loca porque sube todo a Tik.tok. Para chicas como ella es fácil. Es bonita y lo peor es que no lo sabe. Eso dificulta mucho la tarea de odiarla. Eso y que es la persona más noble y amable de este planeta. Sara puede cantar, bailar y dar consejos para maquillarse. Sube tutoriales donde hace pan con su mamá, que —ya lo adivinaron— también es bonita, sabe bailar, cantar y está siempre maquillada como una modelo. Incluso cuando hacen coreografías de Lana del Rey en pijama las dos se ven perfectas. No hay pelos revueltos, baba seca en las mejillas, ni legañas a la vista. A pesar de que está enganchada a las redes, Sara lee montones. Sobre todo historias que derraman miel entre las páginas; After, Bajo la misma estrella, Blue jeans, A través de mi ventana. Su madre y ella los leen, ven las adaptaciones en Netflix y suben a Tik Tok la crítica. #MotherDaughterBooks. No sé cómo Sara tiene tiempo de hacerlo todo. Se las arregla para estar ahí siempre, para escucharme y darme ánimos. Siento que estar feliz para los demás, sobre todo ahora, tiene que ser cansado.
Lucía, en cambio, tiene sus propios problemas. No nos lo dice pero nos damos cuenta. Su padre nunca había estado tanto tiempo en casa. Lucía pasa el día encerrada en su habitación con Almu, su hermana menor. Al principio comenzó a leerle lo que tenía a la mano; un ejemplar de Percy Jackson, esa saga de un chico que descubre que es un semidiós griego y va a una escuela para gente como él. A las dos las enganchó tanto que ahora leen pdfs de Cazadores de sombras, un spin-off de Harry Potter que cuenta lo que sucede con sus hijos y que ahora siguen en Wattpad. Almu quiere que Lucía le ayude a escribir y publicar una historia que va de dos hechiceras, hermanas, que deben enfrentar un mal sin cuerpo que se extiende como una sombra y aniquila todo a su paso.
A Sara la ha salvado TikTok. A Lucía, Almu y el mundo de los dioses del Olimpo, sus paseos en dragón, los viajes en el tiempo y esa bola de magos capaces de transformar esa habitación en todo menos en su propio hogar. Han pasado apenas unas semanas desde que nos confinamos pero cuando hablo con Lucía siento que para ella han transcurrido muchos años.
Se preguntarán qué hay de mí. La verdad es que no demasiado. No horneo pan ni cuido de nadie. Se podría decir que dibujo. O al menos lo intento. Al principio lo hice por copiar algunos personajes de Hetalia, un anime que encontré en crunchyroll y que luego descubrí que era un manga. Así empecé a leer One Piece, Banana Fish y Kimetsu no Yaiba. A partir de eso no he podido parar. Aunque a mi madre comienza a preocuparle que me pase todo el día haciendo cómics, viendo “monigotes” que ella no entiende y diciendo palabras en japonés. Pobre, a veces la veo y pienso que está a punto de llamarle a un exorcista.
Hoy la figurita en la que se ha convertido la profe de Castellano nos preguntó desde su pantalla qué estábamos leyendo. Yo no levanté la manita digital pero de todas formas me hizo hablar. Cuando le dije que estaba leyendo Heartstopper y Given, se quedó en blanco. Me dijo que todo genial pero que ella se refería a Literatura, con mayúsculas. Me imaginé la palabra escrita en una nube explosiva: LI-TE-RA-TU-RA. Me salí de la sesión y envié un mensaje al grupo: Lo siento, mi conexión a internet está fallando.
[Silvia Fernández y yo, que hemos tenido la suerte de trabajar en codocencia durante las prácticas, quisimos indagar sobre la historia personal de lectura de nuestras estudiantes. Ellas, entusiastas y generosas, nos dieron algunos minutos (¡de su tiempo de recreo!). En el siguiente enlace pueden escuchar el diálogo que sostuvimos]
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